EL PACIFISMO COMO MEDIO DE PROTESTA

     El pacifismo difícilmente se ha visto como una alternativa generalizada para reclamar derechos, protestar en contra de injusticias o promover cambios en los grandes círculos de poder. Quizás se deba a una razón "instintiva" de obtener las cosas por medio de la violencia, raptando o arrancando aquello que consideramos propio. La historia de la humanidad puede interpretarse como una confrotación y conquista constante de poder. El hombre sólo ha entendido su progreso imponiendose, doblegando a otros hombres, e incluso a la naturaleza misma. Imperios y naciones fueron erguidas por medio de la dominación y la violencia. Entonces: ¿El hombre podrá algún día aspirar a un vida libre de violencia? o acaso ¿ la violencia es una característica propia, innata, adherida a su cadena genética? ¿ no sería entonces el pacifismo una utopía intelectual que jamas formará parte del medio único de resolución de problemas?. Afortunadamente, a lo largo de los últimos siglos, el pacifismo ha venido ganando espacio alcanzando victorias, derechos, y liberando pueblos. El pacifismo, desde su dinámica, ha consistido sin dudas en una lucha incesante, creativa y de alto impacto, pero recurriendo a todos los medios no violentos que tenga a su alcance. Ser pacifista hoy es, en pocas palabras, cargar con la responsabilidad moral de combatir la violencia por medios pacíficos.
Pero el dilema del pacifismo se origina cuando al no iniciar resistencia violenta, vemos el avance de las figuras de poder y la destrucción de oportunidades de mejoramiento. Es ahí cuando el pacifismo se pone en duda y corre peligro de ser una herramienta de agonía y sufrimiento evitable para un gran número de personas. El peligro existe cuando por medidas pacifistas, retrasamos inútilmente la solución de un conflicto. 
Cabe preguntarse entonces si la inflexibilidad de la vía pacífica como única solución aceptable justifica años de poblaciones oprimidas, postergadas, o exterminadas. Pero también nos obliga a cuestionarnos si bajo banderas de paz, se permiten procesos violentos que se proclaman como soluciones rápidas para derrotar el conflicto.
Aunque algunos procesos violentos son duramente necesarios, no podemos descartar ligera y llanamente la vía pacífica de solución. Es nuestra obligación moral tanto como ciudadanos o como líderes primar, velar y promover todos los medios para que los reclamos y las luchas sean en primer término por medios no violentos. Y sólo luego de haber agotado esta alternativa, iniciar un debate participativo para justificar medidas que respondan en el fondo a la solución y a la paz de todos los afectados.




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